Vas andando sin pausa tu camino
y sabes ciertamente qué te
espera;
es tu vida como una enredadera
que te ciñe y te marca tu
destino.
Tu libertad de humano y de divino
sin cuestionarlo, sin dudar
siquiera,
acepta paso a paso tu quimera
y ante tal sacrificio yo me
inclino.
Y me haces pensar que has
asumido,
para que el hombre sea redimido,
el acabar, Señor, crucificado.
Y me ofreces tu amor para decirme
que solamente por arrepentirme,
tú perdonas del todo mi pecado.