Tú, Señor, que me has
dado el ansia de encontrarte,
que has sembrado en
mis ojos el anhelo de verte,
tú que enseñas amores
para saber quererte
y que enciendes las
luces para poder hallarte.
A ti, que das
hermanos para en ellos amarte,
que ofreces tu
Palabra para así conocerte,
que después de la
espera nos regalas la muerte
para tener la dicha
de poder abrazarte.
A ti, Señor, que
sabes conquistar corazones,
¿cómo darte las
gracias por tantas emociones?,
¿cómo poder decirte
lo que siento en mi adentro?
No me duele la
andanza por el rudo camino;
puede más mi deseo de
un cielo que adivino
y en ello y
contemplarte todo mi ser concentro.