Un Señor que me da
sin que yo pida,
que me entrega de
hogar el mundo entero,
hace que yo me sienta
prisionero
entre las dulces
rejas de la vida.
Un Dios que quiere
darse sin medida
y allana cada día mi
sendero,
me quiere convertir
en pregonero
al hacer revivir mi
fe dormida.
¡Cómo hablar yo de
ti, Señor del Cielo!
Nadie puede tomarme
por modelo
ni debo pronunciar tu
nombre santo.
Déjame andar discreto
y descuidado,
que yo sabré estimar
lo que me has dado
si cada vez que caigo
me levanto.