Ay, Señor, cómo
pienso ensimismado,
dentro de la prisión
del pensamiento,
si habrá un día en
que llore de contento
porque me das al fin
lo codiciado.
Mírame aquí, perdido
en lo ignorado,
en espera impaciente
del momento
en que decidas darme
el aposento
por el que tantas
veces he rezado.
Cómo añora la luz mi
oscura noche;
qué esperanza tan
ciega en el derroche
de una lluvia de
estrellas que me guíe...
Sé que cuando se
acabe ese camino,
sabré la solución de
mi destino
si contemplo al
llegar que un ángel ríe.