sábado, 7 de abril de 2012

El prodigio

Qué alegría cantar tanta aleluya
al contemplar que el cielo se ilumina,
al ver que ya la muerte se termina
y se anula el que todo se concluya.

Qué gozo que a Jesús se le atribuya,
al comprobar que al cielo se encamina,
el descorrer del todo la cortina
de una gloria feliz como la suya.

Qué recompensa ver resucitado
a aquél que por nosotros todo ha dado:
Torturas, penas, llantos, vida y muerte.

Qué sensación del alma, qué consuelo,
que un alma, que vagaba en este suelo,
pueda alzarse hacia ti y enaltecerte.

viernes, 6 de abril de 2012

Via Crucis

VIA CRUCIS

Joaquín Fernández González

Málaga

MONICIÓN

Queridos hermanos: El Ejercicio Cristiano del Via Crucis, tiene que ser una oración profunda, una seria meditación sobre los momentos principales de Jesús en su camino hacia el Padre.

Jesús, que tenía asumido su destino, se nos presenta, con una realidad que duele, como un cumplidor del mensaje de los profetas sobre el Hijo del Hombre y esto es que, lo entregarán a los gentiles, lo azotarán, le escupirán, lo coronarán de espinas, lo crucificarán, morirá y, al tercer día, resucitará.

Todo esto, desarrollado en tan pocas palabras, es digno de una meditación grave y solemne; no es, no debe ser, un rezo rutinario; no se puede considerar como una costumbre. Un Via Crucis, ha de ser rezado con el corazón, con un estado de ánimo que nos traslade al lado del Señor en esos momentos, en los instantes en que sufría tanto. Debe ser también un deseo constante de que, un día, podamos estar con él para siempre en la Paz del Cielo.

Ya que Cristo lo dio todo por nosotros, concedámosle nuestra atención, nuestro dolor y algunas de nuestras lágrimas.
PRIMERA ESTACIÓN

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba sino que más bien se promovía al tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente, diciendo: <>”
(Mat. 27, 24)



Todos, sin excepción, te condenaron;
la plebe, en su afán de castigarte,
pedía, sin piedad, crucificarte
y como un malhechor te denunciaron.

¿Dónde estaban los hombres que te amaron,
los que iban tras de ti para escucharte?;
un instante bastó para olvidarte
y en manos de Pilato te dejaron.

El pueblo se hizo cargo de tu muerte
y un lavado de manos fue bastante
para justificar no defenderte.

Nadie lanzó un gemido por tu suerte;
un bandido por ti, cambio humillante,
y una cruz esperando sostenerte.

Padrenuestro...
SEGUNDA ESTACIÓN

JESÚS CARGA CON SU CRUZ


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Tomaron, pues, a Jesús, y él, cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota.”
(Jn. 19, 17)


Entre todos labramos la madera
que, pesada, en el hombro tú cargaste;
camino del Calvario la llevaste,
sin un gemir, sin protestar siquiera.

Escogiste sufriendo la manera
de poderme salvar; tú rescataste
mi bien con tu dolor y dedicaste
tu orar por la persona que te hiriera.

Duro es tu caminar, triste el sendero,
cansado el arrastrar ese madero
que va dejando tras de ti su huella.

Un mundo por el odio descarnado
sumido en la locura del pecado
de un pueblo, sin razón, que te atropella.

Padrenuestro...
TERCERA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel en lo que toca a Dios, en orden de expiar los pecados del pueblo. Pues habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados.”
(Hb. 2, 17-18)


Descalzo, malherido y quebrantado,
soportabas los gritos que lanzaban
las hordas que insensibles te insultaban;
tú con la cruz rendido y agobiado.

El camino más duro y empedrado;
gentes sin compasión que te empujaban;
a causa de los golpes que te daban
al fin cae tu cuerpo lacerado.

Qué pena, qué dolor, qué sufrimiento;
qué martirio, qué angustia, qué tormento;
qué mirar suplicante hacia los cielos.

Qué humillación, Señor, qué vocerío;
qué sinrazón, qué loco desvarío
ver a Jesús caído; por los suelos.

Padrenuestro...
CUARTA ESTACIÓN

JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena.”
(Jn. 19, 25)


Flagelado, herido y humillado;
débil por tanta sangre derramada;
soportando el dolor sin decir nada;
triste al verse escupido e insultado.

Una silueta de mujer al lado;
es María que gime desolada;
se da cuenta Jesús y su mirada
se conturba y se siente atormentado.

Sigue triste el camino y mientras tanto,
en la tarde infeliz de un día santo,
sufre su madre tierna y amorosa;

comienzan sus pupilas a nublarse
y empiezan las espadas a clavarse
en su carne de Virgen Dolorosa.

Padrenuestro...
QUINTA ESTACIÓN

JESÚS ES AYUDADO POR SIMÓN DE CIRENE


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.”
(Lc. 23, 26)



¡Cómo pesa la cruz!; ya no podía
soportar el suplicio que lo embarga;
imposible avanzar con esa carga
por la cuesta pendiente que subía.

El trance a un tal Simón se le confía
y el madero del hombro le descarga;
esto no hace su ruta tan amarga
aunque sabe el tormento que venía.

Cuánta gente que muestra indiferencia,
a la que ni remuerde la conciencia,
cuando pudiéndote ayudar se esconde.

Discípulos, amigos, seguidores,
la plebe que contempla tus dolores
y tú venga a llamar: nadie responde.

Padrenuestro...
SEXTA ESTACIÓN

LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“No tenía apariencia ni presencia; y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta.”
(Is. 53, 2-3)



Una mujer le vio cuando pasaba
y le miró a los ojos fijamente.
Una corona cruel sobre su frente;
cada espina su piel le laceraba.

Ella pensó en el cómo le quitaba
tanta sangre y sudor y prontamente
su velo se quitó; penosamente
el torturado rostro le limpiaba.

Siguió andando el Señor con su quebranto;
ella quiso seguirlo y mientras tanto
rompió a llorar turbada y sin consuelo.

Y Jesús permitió que sus facciones,
su rictus de dolor, sus aflicciones,
se quedasen impresas en el velo.

Padrenuestro...
SÉPTIMA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias sufridas por Cristo, pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.”
(2 Co. 12, 10)




Otra vez en el suelo; cruelmente
no quieren ayudarte en tu andadura
y en una senda triste, amarga y dura,
soportas el dolor calladamente.

Y vuelven a azotarte brutalmente
desatando su odio y su locura;
con ese sufrimiento que perdura
te levantas y sigues penitente.

Muchas veces aquí también caemos;
molesta tanto hacerlo que queremos
no sufrir, olvidar y levantarnos.

Pero tú continúas tu camino;
hay una cruz que espera y, peregrino,
la quieres abrazar para salvarnos.

Padrenuestro...

OCTAVA ESTACIÓN

JESÚS Y LAS MUJERES DE JERUSALÉN


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: <>”
(Lc. 23, 27-28)




El sabe que la turba furiosa le persigue
para que sea reo de un amargo castigo,
pero entre tanta gente, entre tanto enemigo,
un grupo de mujeres alcanzarlo consigue.

Para que su consuelo el dolor le mitigue
le dicen: vamos juntas para llorar contigo;
le ofrecen el alivio de un sentimiento amigo
mientras por el camino de su martirio sigue.

“Llorad por vuestros hijos, por mí ya no lo hagáis
y llorad por vosotras, las que me acompañáis;
considerad dichosas las de vientre infecundo”.

Son palabras que agoran el tiempo venidero
para quienes un trato culpable y altanero
dan a un Jesús que viene para salvar el mundo.

Padrenuestro...
NOVENA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Así, pues, el que crea estar en pie, mire no caiga. No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito.”
(1 Co. 10, 12-13)



Se vislumbra la oscura silueta del Calvario;
el resto del camino sufrido y pedregoso;
Jesús está cansado siguiendo el doloroso,
inhumano, difícil y duro itinerario.

Una vez más el suelo lo acoge y solitario
espera que le ayude algún ser generoso
que al verle tan herido, sangrante y tembloroso,
se apiade y con él tenga un gesto humanitario.

La caída un momento su tortura detiene.
Un despiadado esbirro el madero sostiene
y con sus latigazos le obliga a levantarse.

Imposible que un cuerpo soporte más dolores,
mas penas, más injurias, más crueles sinsabores,
sin un ¡ay! lastimero, sin llorar, sin quejarse.

Padrenuestro...
DÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas. Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.”
(Sal. 22, 15-16)



Con furor y con saña te arranca un desalmado
telas ensangrentadas que tu carne ocultaban;
la piel que al despegarlas con ira te rasgaban
mostraba las heridas de un cuerpo lacerado.

Pocos que te seguían muy atrás se han quedado.
Discípulos, amigos, los que tanto te amaban,
te siguen recelosos porque los separaban
si intentaban, medrosos, acercarse a tu lado.

Pobre Jesús doliente ante gentes malvadas;
pobre reo inocente frente a las carcajadas
de la chusma que goza porque lo han desnudado.

Qué triste desenlace, qué amargo recorrido,
qué impotencia en la espera de un trance tan temido
y qué dolor que pronto estés crucificado.

Padrenuestro...
UNDÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.



“Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: <>”
(Mc. 15, 25-26)
“Repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.”
(Sal. 22, 19)

Ha llegado la hora y te han crucificado.
Estás entre ladrones que delitos pagaban.
En tus labios plegarias que a los cielos rogaban
que el Padre los perdone; tú los has perdonado.

Se adjudican, delante de los que les miraban,
cuatro partes de ropa, una cada soldado,
y la túnica, intacta, entre todos rifaban
cumpliendo la Escritura de lo profetizado.

Y tú, Señor, que sabes para lo que has venido,
no puedes contestarles a los que te han pedido
que al ser Rey te salves de la cruz que te mata.

Y pudiendo no quieres y sigues tu camino
y si hay que morir mueres, porque ese es tu destino,
y cumples esa ofrenda que al sepulcro te ata.

Padrenuestro...
DUODÉCIMA ESTACIÓN

JESÚS MUERE EN LA CRUZ


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura dice: <> Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: <> E inclinando la cabeza entregó el espíritu.”
(Jn. 19, 28-30)

Al Padre le pregunta que por qué lo abandona,
¡tiene que doler tanto estar crucificado!,
y tras darle una esponja con vinagre un soldado,
después de un fuerte grito la muerte lo aprisiona.

Inclina su cabeza que aún lleva la corona;
del Santuario el velo de pronto se ha rasgado,
tiembla toda la tierra, el cielo se ha nublado,
las tumbas se han abierto y el pueblo se cuestiona:

¿Quién es este que manda sobre los elementos,
que hace que de la tierra se muevan los cimientos,
que a los cielos ordena y hace noches los días?

El populacho huye; centurión y soldados
con miedo reconocen que están equivocados
y gritan a las gentes: ¡¡Jesús era el Mesías!!

Padrenuestro...
DECIMOTERCERA ESTACIÓN

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“Y al atardecer, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.”
(Mc. 15, 42-43)




No te quiebran las piernas, tu vida ha concluido;
te lancean y mana agua y sangre el costado;
siguiendo la Escritura ya estás atravesado.
¡Cómo mira María al hijo que se ha ido!

Al contemplarte inerte, de la cruz desprendido,
su regazo desea el tenerte abrazado;
presa del desconsuelo, el sentirte a su lado
atenúa su pena por haberte perdido.

Y a Pilato se pide sea tu cuerpo cedido
a discípulos fieles, que siempre te han querido,
para que con sigilo puedas ser enterrado.

Una historia sabida desde tu nacimiento
va ocurriendo despacio y todo en su momento;
tan sólo falta el día en que has resucitado.

Padrenuestro...
DECIMOCUARTA ESTACIÓN

JESÚS ES SEPULTADO


Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


“José de Arimatea tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue”.
(Mc. 27, 59-60)




Jesús está ya muerto, ajusticiado;
su cuerpo amoratado, frío, inerte;
los judíos contentos con su muerte;
su madre el corazón desconsolado.

José de Arimatea trae ungüentos;
Nicodemus arregla su mortaja;
un mensaje de amor del cielo baja;
corren la losa, nacen los lamentos.

Dime que hacer, Jesús, si te has marchado;
a ti que tanto diste, ¿qué te he dado?;
humilde te daré mi corazón.

Tú en el sepulcro yaces enterrado;
yo sigo en este mundo atribulado.
Para ti y para mí, resurrección.