sábado, 15 de agosto de 2015

Asunción


María sin Jesús, qué desconsuelo
va minando su triste corazón;
es la hora, le dice la razón,
para dejar la tierra e ir al Cielo.

No cesa de llorar en su desvelo
presa de sentimiento y desazón;
no puede soportar la sinrazón
de tanta espera para alzar su vuelo.

Al contemplar lo azul del firmamento
desea que por fin llegue el momento
de volver a anudar el fuerte lazo.

Y nos dejó tan sólo su memoria
para, al llegar al centro de la Gloria,
poder dar a su Hijo un fuerte abrazo.


viernes, 14 de agosto de 2015

Lisonja


Míranos a tus pies, bajo tu manto,
con ofrendas de cantos y de flores,
postrados ante ti, adoradores,
para decirte: te queremos tanto…

Madre de mi Señor, tú sabes cuánto,
el pueblo que te entrega sus amores,
te pide como ayuda a sus clamores
caminar junto a ti este entretanto,

para que mientras vamos por el mundo
con ese afán de cielo tan profundo,
cualquier alma se sienta muy dichosa.

Por darnos tu consuelo, por tenernos
tan cerca de la Gloria, por querernos,
te veneramos Virgen amorosa.


domingo, 9 de agosto de 2015

Amaneceres


Por donde sale el sol, por el oriente,
como si cabalgara en una nube,
para alumbrar mis soledades sube
un algo celestial que mi alma siente.

Es una realidad clara y patente,
tras la que siempre con pasión anduve;
la ilusión de una fe que en ello tuve,
y el colofón, al fin, con lo evidente.

Un luminoso rayo que me alumbra,
que borra de mi alma la penumbra
y que hace vibrar la vida mía.

Un regalo sagrado que me inflama
y un corazón que emocionado clama:
Gracias, Señor, por ser Eucaristía.


sábado, 1 de agosto de 2015

Oración a la Santísima Trinidad


De qué me quejaré si lo que ansío,
lo ideal, lo que tiene mi llamada,
lo que me hace soñar de madrugada,
lo estimas ya, Señor, como algo mío.

Tres Personas de amor en que confío,
regalo para un alma enamorada,
reciben mi oración honda y pensada
y logro así calmar mi desvarío.

Padre que mira al Hijo, que es Él mismo,
toda una realidad, no un espejismo,
y el amor de un Espíritu patente.

Una riqueza, un don que se me ha dado,
para poder rezar ilusionado
dibujando una cruz sobre mi frente.