¡Ay, mi Señor!,
transido, lacerado,
soportando el
dolor de cada herida,
esperando
paciente la partida,
cansado de
sufrir, abandonado.
¡Ay, mi Señor!,
contuso, desangrado,
y que desde
la cruz, de despedida,
nos prometes
volver de la otra vida,
diciendo así
que no nos has dejado.
Al ver tu faz
doliente, agonizante,
este pueblo
te ruega suplicante
que vuelvan
el amor y la concordia.
Nosotros, del
pecado arrepentidos,
desde aquí,
por las penas afligidos,
te pedimos, Señor,
misericordia.
Al
Cristo de la Misericordia
de la Parroquia
de
San Miguel de Miramar de Málaga.
Joaquín Fernández
González