Aceptaste venir y conseguiste
un mar de esperanzadas ilusiones.
Lograste reunir a las naciones.
En tierra, tanto cielo prometiste.
Pudimos comprobar cómo subsiste
el que amen a Dios los corazones.
Fueron dulces y gratas emociones
las que a los peregrinos tú les diste.
Ésta es la Iglesia: “Roca que navega”.
Juventud que responde, que se entrega,
en un mundo que sufre y que suspira.
Silenciosa oración la que se eleva;
es tanto amor el eco que se lleva…
Y Jesús sonriente que nos mira.
sábado, 10 de septiembre de 2011
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