El beso del enamorado
descansa en su frente,
como una corona de laurel
teñida de verde mar;
como el leve roce
del multicolor abanico de plumas
de un faisán,
que camina airoso en la primavera;
como la suave caricia de la seda
en su hombro de blanca porcelana.
Qué tierna, abuelito...
ResponderEliminarBesitos desde Viena.
Toma nota.
Tu nieta.
Joaquin : ¿a que esperas para publicar otro libro?. He añadido a tu VIA CRUCIS el último poema (despues de JESUS ES SEPULTADO)
ResponderEliminardel que no sabía su existencia. Me enfado. . . . Querido amigo, el cansancio no existe y menos el cansancio del corazón. Un abrazo DE COLORES de Jose Luis Martinicorena