Qué despacio las horas que me sumen en llanto;
qué dolor tras un hijo camino del Calvario;
cómo pesa el sendero, el cruel itinerario,
que hace tan largo y triste este duro
entretanto.
Y yo tras el cortejo llevando mi quebranto,
este sufrir que duele, tenaz y solitario,
este tormento hondo por un juicio arbitrario
que culpa a un inocente para que sufra tanto.
Mirad cómo traspasan los puñales mi pecho,
cómo sangra de pena mi corazón maltrecho
y cómo me domina la aflicción que me acosa.
“Seré tu esclava”
dije y yo no me arrepiento,
pero como soy madre, dejad que el sentimiento
me cambie de doncella a Virgen Dolorosa.
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