Espíritu que un beso en tu mejilla
insinúa al oír lo que dijiste:
“Seré tu esclava”; luego tú te diste
y se sembró de Cristo la semilla.
Virgen y niña tú, dulce y sencilla;
virgen y madre tú porque quisiste;
doncella recatada que pariste
al mismo Niño-Dios. ¡Qué maravilla!
Un misterio de amor que no se alcanza,
lleno de plenitud y de esperanza;
Dios desde allí sabiendo lo que hacía.
Yo desde aquí y gracias a tu entrega,
pienso en mi suerte y eso me sosiega:
Tú madre de Jesús y madre mía.
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