domingo, 4 de diciembre de 2011

Inmaculada Concepción

Desde casi la cuna se me animó a quererte;
era tan sólo un niño cuando aprendí a rezarte;
ya, como Inmaculada, disfrutaba al mirarte
y fuiste mi otra madre y así pude tenerte.

Fue tan grato el proceso de poder conocerte,
tan dulces los momentos de comenzar a amarte
y tan hondo el deseo de querer venerarte
desde saber quién eras, disfrutando esa suerte.

Qué pena que se pierda tanta gente tu aurora,
que no tengan coloquios contigo cada hora,
que finjan no escucharte cada vez que los llames.

Por eso te agradezco con un amor profundo
el que estés en el fondo de mi alma en este mundo
y que desde pequeño, mi Virgen, tú me ames.

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