Una vez más deseamos el momento,
la promesa de Dios de que vendría
un celestial Infante que traería
alivio del pesar y el sufrimiento.
Va a suceder el Santo Advenimiento
y se desbordará nuestra alegría;
el mundo añora ya su cercanía
y espera de Jesús su nacimiento.
A Él hay que recurrir en esta hora
en que ya no nos sirve la demora
del “todo se andará” o el “ya veremos”.
Tanto hemos de pedir ahora a un Niño
que viene para darnos su cariño,
para ofrecer su amor y que le amemos.
sábado, 10 de diciembre de 2011
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