Y se apagó la luz, cesó la vida,
el alma se escapó, se fue la aurora;
nunca más esperó llegar su hora
y nunca más sufrió por una herida.
Fue lo suyo una ausencia consentida,
un terminar al fin de la demora,
un no ser, un no estar aquí y ahora,
un caminar la ruta prometida.
¿Podrá escalar lo alto, lo sublime,
y llegará el momento en que termine
el largo caminar de su carrera?
Y si ha perdido el rumbo del arcano,
¿lo llevará algún ángel de la mano
para encontrar por fin a quien le quiera?
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