Dije un día, Señor, que te amaría
sin cuestionarme más el no se sabe,
sin temer que el aliento se me acabe,
y sin sentir que el alma se me enfría.
Pero la vida pasa día a día
y aunque tanto a tu Verbo siempre alabe,
perdón, mi Dios, por esta falta grave
de cavilar en lo que no debía.
Absuélveme de dudas; el sosiego
ya me lo das cuando a tu amor me entrego
y de rodillas tu perdón imploro.
Setenta veces siete no son muchas;
son más las que te lloro y que tú escuchas
y olvidas los pecados que deploro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario