Mira a Jesús temblando, dolorido;
no hace más que rezar, mira hacia el cielo,
sabe que aquí habrá llanto y habrá duelo
cuando una cruz lo llame y se haya ido.
Y vuelve a su quehacer; aún afligido,
predicar, consolar, ese es su anhelo;
olvida su dolor, puede el desvelo
por los que creen en él y lo han seguido.
Pronto todo vendrá pero entretanto,
habla Jesús a los que quiere tanto,
no piensa en lo fatal que se avecina.
Y conforta, sugiere y asesora
y aprovecha del tiempo cada hora,
mientras la luz del Padre lo ilumina.
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