Madre Santa, María del Carmelo,
bendecida por Dios, amor constante,
y faro del cristiano caminante
que desea llegar un día al cielo.
Virgen sagrada, dueña de mi anhelo,
que habitas en mi pecho en todo instante,
oye la voz cordial y suplicante
de quien pide tu ayuda y tu consuelo.
En mi hacer y pensar vives presente;
en soledad, como entre mucha gente,
nunca estarás ni ausente ni olvidada.
No te vayas de mí, no me abandones;
dueña y señora de mis ilusiones,
siempre serás mi Madre venerada.
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