Por donde sale el sol, por el oriente,
como si cabalgara en una nube,
para alumbrar mis soledades sube
un algo celestial que mi alma siente.
Es una realidad clara y patente,
tras la que siempre con pasión anduve;
la ilusión de una fe que en ello tuve,
y el colofón, al fin, con lo evidente.
Un luminoso rayo que me alumbra,
que borra de mi alma la penumbra
y que hace vibrar la vida mía.
Un regalo sagrado que me inflama
y un corazón que emocionado clama:
Gracias, Señor, por ser Eucaristía.
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