lunes, 6 de junio de 2011

El hombre a Cristo en su Ascención

Señor, era verdad, me prometiste,
cuando a los cuatro vientos predicabas,
que después de morir resucitabas,
que te irías al cielo, y ascendiste.

Y de tanta esperanza que me diste,
fue alentador oír que me aguardabas
y que aun siendo Dios tú te me dabas;
no debo nunca más sentirme triste.

¿He de desperdiciar mi opción al cielo?
Mi esperanza se nutre del desvelo
de ver si cuando llegue tú me esperas.

Yo, desde aquí, me afano en alabarte,
en pedir me perdones y en rogarte
que pese a mi pecado tú me quieras.

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