Cuerpo y sangre, presencia, cercanía;
el Hijo, por amor, que se ha quedado,
para siempre tenerlo a nuestro lado;
existencia real, Eucaristía.
Todo un Señor Jesús que no quería
que el hombre se sintiese desolado,
que indulta con su muerte mi pecado
y vive entre nosotros como guía.
Qué alegría tenerlo, qué sosiego,
decirle cada día que me entrego
a su noble amistad, a su consuelo.
Su casa es el Sagrario, a verlo voy;
me siento tan feliz cuando allí estoy
al poder disfrutar aquí su cielo.
sábado, 25 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario