Qué alegría y qué recibimiento;
palmas, ramas de olivo, parabienes;
y es que tu resplandor, eso que tienes,
hace que el pueblo muestre su contento.
Hoy no existe ni el llanto ni el lamento;
a todos con tu verbo los sostienes;
nunca hubo para un alma tantos bienes;
hay suspiros de amor, de sentimiento.
A lomos de un jumento, pobremente,
inicias tu camino entre la gente
que te aplaude con todo el corazón.
Nadie puede pensar que en esta hora,
en este mismo instante, aquí y ahora,
va a empezar a gestarse tu pasión.
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