A ti que te viniste y te quedaste
para un día morir y redimirnos;
a ti que con el fin de bendecirnos,
desde el cielo del Padre te bajaste.
A ti que aquella gloria la dejaste
para vivir aquí, para sentirnos
tan llenos de tu amor al reunirnos;
a ti que para mí resucitaste.
A ti que das consuelo al que te adora
y que desde el ocaso hasta la aurora
regalas el sosiego al alma mía;
que cuando río o lloro estás conmigo,
que eres hermano y a la vez amigo.
A ti que
eres por mí Eucaristía.
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