Sólo morir para iniciar el vuelo;
para alcanzar triunfante la frontera,
y nacer a una nueva primavera
que le hizo conseguir su viejo anhelo.
Al limosnero que pisó este suelo,
para aliviar la pena y la quimera
y que al pobre entregó su vida entera,
qué sencillo le fue encontrar el cielo.
Un mudo predicar; cincuenta años,
tratando de arreglar los desengaños
de la vida de tanto desdichado.
El que quería ser contemplativo,
del claustro de la calle fue cautivo;
por eso caminó Dios a su lado.
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