lunes, 10 de abril de 2017

Palmas y olivo


A lomos de la madre de un pollino,
hizo Jesús una feliz entrada
en la Jerusalém engalanada,
cumpliendo el devenir de su destino.

Los mantos le alfombraban el camino;
las palmas adornaban su llegada;
¡bendito!, era la frase más gritada,
bajo el azul de un cielo cristalino.

Qué fiesta, qué clamor, qué algarabía,
la de un pueblo que entonces no sabía
quién era aquél Jesús recién llegado,

que vino por nosotros a este mundo,
con un amor que darnos, tan profundo,
que consintió en morir crucificado.


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