Han sido ya olvidados los anhelos;
tres días y Jesús resucitado;
qué gloria la que el Padre nos ha dado;
se han abierto las puertas de los cielos.
Un alto en la ansiedad y en los desvelos;
el hombre siente ya que está salvado.
Al fin, lo prometido, lo esperado,
hace desvanecer los desconsuelos.
El la mente del justo aún perdura
un Cristo que sufrió tanta amargura
y sentimiento y pena y aflicción…
Pero al final triunfó sobre la muerte
y su clara victoria nos convierte
en parte de su propio corazón.
sábado, 23 de abril de 2011
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