Lamento que me hiera la amargura,
que me invada la cruel melancolía;
es que en esta cuaresma, día a día,
no se aleja de mí la noche oscura.
¿Cesará esta agonía que perdura?
¿Dará paso el dolor a la alegría?
¿Terminará, Señor, la pena mía?
¿Llegará al fin, gloriosa, la ventura?
Estamos en los tiempos que sufriste,
que predicaste el cielo que nos diste
cuando el hombre, por ti, se sintió amado.
Y sabías del todo qué pasaba;
que el mundo solamente se salvaba
cuando murieras tú crucificado.
martes, 5 de abril de 2011
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