sábado, 31 de marzo de 2012

Domingo de Ramos

Ramas de olivo, palmas, alegrías,
muchedumbre que grita su contento,
sonrisas de alborozo, sentimiento,
cantos a la llegada del Mesías.

Todo son parabienes y armonías
mientras Jesús, a lomos de un jumento,
recibe los clamores del momento
sin querer vislumbrar horas sombrías.

Una entrada feliz, la bienvenida
no parece agorar lo que en su vida,
sin que pueda evitarse, ha de ocurrir.

Algo mitigará nuestro pesar:
veremos a Jesús resucitar
pero antes, para ello, ha de morir.

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