Tiempo de analizar, de arrepentirnos
de las faltas, olvidos y pecados,
de asumir que no estamos entregados,
hora de examinarnos y abatirnos.
Es el justo momento de afligirnos
al sentirnos ausentes, despegados,
sometidos al siglo y agobiados
y de intentar un cambio y decidirnos.
Yo, Señor, cuando pienso en lo que esperas
y figuro el dolor en tus ojeras
y en tu cara el pesar y el sufrimiento,
quiero ir hacia ti y estar contigo;
deseo acompañarte, ser tu amigo
y llorar y mostrar mi sentimiento.
sábado, 3 de marzo de 2012
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