El Padre celestial que es adorado,
el Todopoderoso bendecido;
ser creado por él y haber sabido
que olvidará por siempre mi pecado.
El Hijo predilecto, el Enviado,
que ha de sufrir por ello, que ha venido
a entregarse de un modo consentido
para morir por mí crucificado.
Borró su muerte, ascendió a la gloria
y coronó triunfante su victoria
anunciando el Espíritu Divino.
Qué júbilo gozoso, qué alegría,
qué cántico interior y qué armonía
sentir dentro a ese Dios que es Uno y Trino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario