Jesús no se merece mi despego,
mi postura de fría indiferencia;
Jesús quiere apelar a mi conciencia
para que cambie mi desvío en fuego.
Me habré de separar de un mundo ciego
en donde todo es brillo y apariencia,
y humildemente suplicar clemencia
a aquél que me hace ver que existe un luego.
Tiene mucho oropel lo cotidiano,
pero aunque tanto tiente lo mundano
he de llevar mi amor a cuando un día,
el mismo Dios me dijo que me amaba
y prometió que nunca me dejaba,
que en el Cielo esperaba el alma mía.
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