Señor, no me merezco los laureles,
ni campanas con son de jubileo;
no quiero que se adorne mi recreo
con rosas que se arranquen de vergeles.
Señor, que no me cubran de doseles;
quiero andar hacia ti dando un rodeo
-aunque se dificulte mi paseo-
y sin rumor de alegres cascabeles.
Mi deseo es pasar inadvertido;
si acaso, que recuerden lo que he sido:
un pobre enamorado que escribía
muchas cartas de amor al infinito,
en donde siempre Tú serás bendito
y hacia donde camina el alma mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario