A los que se besaban junto al río,
la luna ya no ve cuando anochece;
su luz da igual si nace o si fenece,
si irisa o no las gotas de rocío.
El tiempo se llevó lo que era mío
y la ilusión se agosta y no florece;
disfrutar de su amor desaparece
y vivir es patético y sombrío.
Mis torres se han caído y la ventana,
por donde entraba el sol cada mañana,
deja ver un erial seco y desierto.
Y la dulce campana que cantaba,
en los días felices que me amaba,
suena en mi corazón doblando a muerto.
De “Besos”
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